La fotografía de Daniel Raichijk se inscribe en un entrecruzamiento entre lo periodístico y la marca de autor. Además de fotógrafo, Daniel es camarógrafo de televisión; su lugar permanente es la calle. Las ciudades y sus habitantes son su foco de atracción.
En la construcción de la mirada de este artista, encontramos capturas de paisajes urbanos e históricos, pero también conflictos políticos o mediáticos. Por un lado, la condición humana es retratada desde una forma particular: la desolación. A Daniel le atrae la potencia poética que encuentra en aquellos personajes solitarios, sumergidos en el entramado urbano en un tiempo suspendido. Por otro lado, el entrenamiento en la calle le ha forjado una visión mediatizada, en la que la producción de las imágenes es atravesada por diferentes aparatos (cámara fotográfica y teléfono celular). En ciertos momentos, la portabilidad de un teléfono celular es decisiva para lograr puntos de vista únicos, tensos y cercanos a los hechos; como los conflictos policiales o las luchas del pueblo que encarnan fuerzas y resistencias. En otros, la cámara réflex le permite una contemplación distinta de lo real. Ya sea por territorio argentino o en algún viaje por otros continentes, aparece la precisión del encuadre que conlleva otro tiempo de captura y meditación frente a la escena. En estos casos, el artista se permite un juego en la postproducción mediante el tratamiento del color o el montaje entre escenas.
En el corpus que compone la obra de Raichijk podemos encontrar un “instante decidido” de alta calidad. La toma directa dota a las fotografías de un valor documental que no le impide construir un punto de vista, una forma de mirar, un encuadre completamente diseñado. A su vez, es la mirada de un otrx el que completará estas superficies significantes. En las fotografías de Daniel hay un ojo atento, un recorte preciso de lo real, pero también siempre hay un fuera de campo que despierta la mirada del otrx. Encontraremos figuras cargadas de historia, paisajes detenidos en el tiempo y escenas a la espera de una visión que pueda complementar otras formas de comprender la realidad que nos rodea. Los cuerpos fragmentados, los escenarios recortados, la sectorización de lo visible desde un punto de vista de autor generan un efecto en el ojo del espectador que lo empujan hacia fuera, multiplicando la potencia de la representación. En el corpus de las fotografías de este artista subyace siempre una relación entre lo visible y lo oculto, donde el espectador se verá obligado a involucrarse e imaginar lo que no se ve.